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Al escuchar estas palabras, no había expresión en el rostro de Joshua Thompson, pero sus dedos se tensaron, revelando sus emociones complejas.
Él no sabía de dónde Gillian había sacado las entradas, pero el dinero para sus entradas debía provenir de él.
Su firma de abogados tenía varias sucursales, de solo una de ellas el ingreso mensual era de seis cifras, comprar dos entradas no era nada para él.
—Eran los asientos que nosotros y Catalina Brown compramos antes. No esperaba que nuestras entradas se vendieran y luego fueran revendidas por un revendedor a ella y a mi tío —dijo Natalie Lambert con sorpresa—. Por lo que sé, cuando las vendimos, el precio ya se había duplicado. ¿Quién sabe cuánto más alto fue el precio al llegar al revendedor? ¿No estaban congeladas las cuentas de Gillian Thompson? ¿De dónde sacó el dinero para las entradas?
Al expresar sus sospechas, el rostro de Joshua Thompson se endureció ligeramente.
