Michael Gallagher levantó perezosamente sus párpados, sus ojos como estrellas, indiferente como el agua —No.
No tiene ganas de encontrarse con nadie ahora.
—Esa persona dijo que quiere pedir tu ayuda. Si estás dispuesto a ayudar, te darán un auto de su garaje como regalo.
Michael miró a la ama de llaves con cierta sorpresa, con la esquina de sus labios levemente levantada —¿Cuál es su identidad?
—Parece que la están ocultando deliberadamente. Dicen que una vez que los conozcas, lo sabrás todo.
La ama de llaves también se sentía algo impotente ante tal situación. El joven maestro ocultaba su identidad, y la otra parte también quería ocultar la suya. ¿Realmente había solo unos pocos jóvenes maestros en Ciudad Capital que necesitaran esconderse de esta manera?
—No es necesario verlos —Michael se apoyó en la silla de ruedas, un rastro de desdén en sus ojos—. No le interesaban estos juegos de escondite.
Movió sus manos y pies, frunciendo el ceño profundamente.