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Pronto, la ambulancia llegó.
Cuando Molly Walker pasó por Isabelle Richardson, Isabelle no pudo evitar retroceder unos pasos.
Al ver su mirada culpable, Molly frunció el ceño.
—¿Por qué me miras? —Isabelle pretendía estar tranquila—. Señorita Walker, no me estará sospechando otra vez, ¿verdad? No hice nada esta vez.
Isabelle admitió que estaba asustada.
Anteriormente, pensaba que Molly era solo una mujer tonta, pero estos recientes incidentes le hicieron darse cuenta de que Molly era bastante formidable.
Pronunciar estas palabras apresuradamente llevaba un indicio de autoinculpación.
Molly esbozó una sonrisa fría, su tono ligero y desenfadado:
—Señorita Richardson, no hay necesidad de entrar en pánico. Una vez que mi mamá se despierte, la verdad saldrá a la luz. Si fue solo un accidente, nadie puede ser culpado. Pero si no lo fue...
Sus hermosos ojos se fijaron en Isabelle, un rastro de extrañeza cruzando su corazón.