Al ver que Si Xia seguía allí parado, Ye Wanwan lo urgió con justicia —¿Acaso 30 dólares no es dinero, eh? ¡Tu tío noveno gana millones cada minuto, cada hora, y ni siquiera se queja! ¡Dóblalas ahora!
Le pasó un montón de tiras de papel azules.
Si Xia miró las brillantes tiras de papel en las manos de Ye Wanwan, tomó una profunda respiración y las aceptó de mala gana.
Para qué estoy aquí realmente...
El que doblaba las estrellas más bonitas era Si Yehan — cada estrella tenía un punto perfecto como si fuera una obra de arte. Sus estrellas eran seguidas por las de Ye Wanwan, que eran promedio, y las peores eran las de Si Xia, sueltas y flojas, feas y deformes...
Si Yehan usaba tiras rosadas, Si Xia usaba azules y Ye Wanwan usaba amarillas. Entre los tres dividieron el trabajo y después de terminar de doblar 150 estrellas, Ye Wanwan llamó inmediatamente a la camarera felizmente.
—¡Ya terminamos!
