Frustrado porque no podía escapar, Si Xia decidió causar algunos problemas. Cuando escuchó lo que Ye Wanwan dijo, asintió en acuerdo —¡Exacto, exacto! ¡Mira! ¡Es tan molesto! Él te restringe de hacer esto y aquello; no hay nadie más molesto que él!
Si Yehan se volvió hacia Si Xia con unos ojos fríos y penetrantes.
—Siempre lo ha sido... —Si Xia miró esos ojos y continuó, pero su voz se iba apagando.
Si Yehan le dejó en paz y su mirada se posó en las marcas de dientes en su mano. Luego levantó la vista y miró directamente a Ye Wanwan.
Un silencio extraño y mortal llenó el aire.
Después de un tiempo indefinido, Si Yehan finalmente habló —Puedo dejarte ser libre; a partir de hoy, podrás hacer lo que quieras sin limitar tu libertad, sin interferir en nada de lo que hagas, a menos que ocurran estas dos cosas...
Ye Wanwan estaba incrédula cuando escuchó las últimas tres palabras. Ella apretó los puños en anticipación —¿Cuáles dos cosas?
—Primero, que me lo ruegues voluntariamente.
