Qiao Xi estaba tan enfadada que todo su cuerpo temblaba. Sus ojos estaban rojos, pero se contuvo de llorar. —Ya que Wang Wentao es tan bueno, ¿por qué no casas a tu hija con él? Dio un paso adelante, mirando a esas mujeres que estaban allí y hablaban sin pensarlo dos veces. Se subió las mangas para revelar las cicatrices entrecruzadas en sus brazos. —¿Dónde estaban ustedes cuando Wang Wentao ese bast*rdo me golpeaba cuando estaba de mal humor? Como vecinos, ¿no lo podían oír? ¿Pero les importaba? Ahora que Wang Wentao ha cometido un error, dicen que arruiné su vida. ¡Él fue quien arruinó mi vida primero!
—No podíamos interferir en tus asuntos, ¿verdad? —Una mujer de mediana edad sonrió y explicó—. No es bueno para nosotras, las de afuera, involucrarnos en tus asuntos.
