—¿Cómo podría un hombre decir que no se atreve a hacer algo delante de su amada? —exclamó indignado—. ¡Especialmente cuando ella sonreía dulcemente como si estuviera esperando ser saboreada por otros! Ji Yan fue un paso más rápido que su cerebro. Después de entrar en la habitación de Shen Hanxing, se quedó helado en el sito. Esta era la primera vez que sabía lo que significaba estar perdido.
Por otro lado, Shen Hanxing estaba mucho más tranquila. Se quitó el cortavientos y el abrigo, revelando el pijama que llevaba debajo. —Puedes sentarte donde quieras. Voy a ducharme —dijo y, acto seguido, entró en el baño. Poco después, se podía oír el sonido del agua en el baño. Ji Yan escuchaba el sonido del agua al caer. La punta de su nariz estaba llena del fragancia del aroma de Shen Hanxing que estaba por toda la habitación. Su nuez de Adán no dejaba de moverse.
