—Si no puedes entrar en el cuadro de honor, ¿qué derecho tienes de permanecer en la Escuela Secundaria Si Cheng? —Bai Ling, que pasaba por allí, alzó la barbilla y dijo con arrogancia—. Presumes pero no puedes hacerlo realidad. Si yo fuera tú, ya me habría retirado de la escuela con el rabo entre las piernas.
—Por eso tú no puedes ser yo —sonrió indiferente Shen Hanxing—. Con semejante autoestima, todavía viniste a la escuela hoy. Después de todo, tú fuiste quien se sentó en el suelo y lloró a gritos ayer.
—¡Tú! —Cuando se mencionó el vergonzoso incidente de ayer, el rostro de Bai Ling se enrojeció instantáneamente, y no pudo evitar que sus ojos se humedecieran—. Era inteligente, trabajadora y desde joven había sido el centro de atención de los demás. Estaba acostumbrada a ser el centro de todos. ¿Cuándo había sido humillada así? El incidente de ayer ya era una gran humillación para ella, y aún así la culpable de todo seguía sentada aquí ilesa.
¡Estaba furiosa!
