Viendo que Zhuang Li estaba a punto de abrir la puerta y salir, Shen Sisi finalmente entró en pánico. Agarró el camisón de seda que estaba en la cama y se lo puso. Lo persiguió sin importarle nada más. —Zhuang Li, no me dejes atrás... Por favor, por favor no lo hagas... Te amo. ¡Te amo!
Shen Sisi finalmente se arrepintió de su codicia y de lo que había hecho. Lo siguió con lágrimas corriendo por su rostro y lo abrazó. —Zhuang Li, me equivoqué. ¿Puedes perdonarme esta vez? ¿Podemos empezar de nuevo? —Lloró y sollozó. No le importaba ni siquiera si atraía las miradas extrañas de los demás.