Por la noche, la prisión estaba más fría que otros lugares. Sini se acurrucó en la cama, con los ojos tan hinchados que no podía abrirlos. Estuvo a punto de ser golpeada hasta la muerte y fue asignada a esta habitación individual.
—Boohoo... Me duele... Me duele mucho... —Sini gimoteaba. Tenía sed, pero el dolor era tal que no podía levantarse de la cama. Realmente quería que alguien la atendiera...
En ese momento, una ráfaga de viento sopló y la ventana de hierro chirrió. En su aturdimiento, sintió que alguien le tocaba la cabeza. —Jeje... ¿Quieres... que me encargue de ti...
Sini se asustó tanto que abrió los ojos de golpe. ¡Saltó y se sentó! Vio a una anciana de pie junto a la cama, mirándola fijamente.
—Tú... —Sini se sorprendió. Había grabado muchos, muchos videos y a menudo los admiraba en secreto. Naturalmente, podía reconocer a simple vista... ¡Esta vieja era una de las personas que había matado!