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—Quiero el perfume hipnotizante —su voz ronca era extremadamente seductora. Esas pocas palabras simples la dejaron completamente ruborizada.
Ella se presionó contra su pecho y quiso escapar, pero él sostuvo su cintura con firmeza.
—No te retractes de tu promesa, ¿vale?
—Yo… ¿Para qué lo quieres?
—¿Qué crees? Estás preguntando lo obvio.
—¡Yo... no sé!
—No importa si sabes o no. Recuerda dármelo —ella se quedó sin palabras...
...
Abajo, Yin Ruijue había recibido órdenes de preparar la cena. Estaba de regreso cuando fue detenido por Liang Xuer.
Ella levantó su falda, su figura esbelta y grácil.
—Joven Maestro Yin, ¿sabes dónde fue Tingshen? —Yin Ruijue frunció el ceño.
—¿Cómo iba a saberlo? Siempre está contigo.
Las delicadas cejas largas de Liang Xuer estaban fuertemente fruncidas.
—Lo siento, preguntaré a alguien más.
Yin Ruijue encogió los hombros y entró en el ascensor.