En menos de ocho minutos, los cuatro hombres habían quedado paralizados por las serpientes venenosas. Uno a uno, caían al suelo, con los ojos revolcándose hacia atrás mientras convulsionaban.
Las personas que estaban al lado ya no podían soportar mirar más y bajaban aún más la cabeza.
Este castigo era el castigo que todos en la ciudad fantasma temían más.
Había que saber que una vez que uno era envenenado por una serpiente, era equivalente a caminar por el infierno y sufrir todo tipo de torturas en los dieciocho niveles del infierno.
Esto no era nada. Si moría, sería más fácil.
Sin embargo, cuando la víctima estaba a punto de acercarse a la muerte, Jiang Chi todavía le daba el antídoto.
Los dejaría ser arrastrados directamente desde el decimoctavo nivel del infierno. Les haría recordar por el resto de sus vidas lo que significaba estar en tanto dolor que deseaban estar muertos.
