Al ver que el Hermano Cao fruncía el ceño, Donghua le llamó:
—Hermano Cao.
—¿Sí?
—Hermano Cao, ¿no crees que el rojo choca con el morado?
El Hermano Cao, que pesaba 100 kilogramos, se miró a sí mismo. Vestía una camisa roja brillante combinada con mallas moradas. Pensó que se veía especialmente festivo. ¿No era algo bueno?
La mirada del Hermano Cao se posó en Donghua. Vestía una camisa blanca y pantalones negros de traje. ¡Se veía tan soso y feo!
—¿Qué sabes tú? ¡Esto es moda! —dijo el Hermano Cao seriamente.
—Oh, está bien. Recuerda cuidar las cosas que te pedí.
El Hermano Cao dijo impacientemente:
—Vale, entiendo. Vas atrayendo mujeres a donde quiera que vas. Si alguna joven dama te viola o te acosa, no tendrás sitio donde llorar.
Donghua: …
Aunque sabía que el Hermano Cao se preocupaba por él, ¿por qué sonaban tan extrañas las palabras del Hermano Cao?
Donghua miró la expresión nerviosa del Hermano Cao y dijo: