—Querida, ¡te has vuelto aún más hermosa! Es una lástima que nuestros encuentros sean tan infrecuentes.
Sun Bingsong entendió que si no fuera por su cumpleaños, Fang Yuan no habría encontrado tiempo para visitar.
—¿Cómo está la abuelita? —preguntó.
Fang Yuan proporcionó una actualización sobre el bienestar de su abuela, y los ojos de Sun Bingsong se llenaron de lágrimas. —Saber que tú la cuidas, junto con ese viejo pícaro Cheng Yongchang en Ciudad de Jing, me tranquiliza el corazón.