Gu Qingqing, sujetando el frente de su vestido con una mano, se arrodilló humildemente en el suelo. Al encontrarse con la mirada intensa de Gu Panpan, hizo una reverencia ante el lugar de descanso de su tío fallecido. Aunque su cabeza no tocó el suelo, estaba claro que estaba haciendo el gesto.
—Hermana Panpan, ¿puedo irme ahora? —preguntó, con voz vacilante.
Gu Panpan respondió con severidad:
—¡Aún no has confesado tus faltas!
Mientras Gu Qingqing albergaba reservas, reconocía que sola no era rival para ellos. Cedía temporalmente, diciendo:
—No debería haber profanado la tumba del Tío, mucho menos haber traído guardaespaldas para intimidarte... Hermana Panpan, ya me has golpeado. Por favor, déjame ir al hospital. Mi cuerpo está dolorido... —Juró volver a casa y relatar el incidente a sus padres, buscando vengarse.
Gu Panpan estaba furiosa: