—Piénsalo positivamente; podar y decorar el jardín del castillo paga tanto como lo que hacemos en un mes.
—¡Yo solo quiero mis vacaciones! —refunfuñó el conductor.
—¡No tienes ambición! —lanzó el jardinero una mirada desdeñosa.
Tras intercambiar miradas con Su Ting, Gu Dai asintió, señalando que entendía su plan.
Una vez que el vehículo llegó a un área aislada, Gu Dai y Su Ting se acercaron rápidamente, utilizando un polvo para dormir para noquear al jardinero y al conductor, y luego se cambiaron sus ropas.
—Hay gente adelante —advirtió Su Ting mientras conducía el vehículo hacia el castillo.
—Mantengámonos tranquilos y actuemos con naturalidad —aconsejó suavemente Gu Dai, observando a dos guardias frente al castillo.
—Vale —respondió obedientemente Su Ting.
—Espera —detuvo el guardia el vehículo.
—Oficial, ¿puedo preguntar si hay algo mal? —Su Ting detuvo el coche y, poniendo una expresión inquieta, preguntó en voz baja.
