Después de que Su Ting se marchara, Gu Dai recibió una llamada de Shi Nuan.
—Daidai, escuché que hoy estás descansando. ¿Qué tal si salimos a pasear? —sugirió Shi Nuan, seguido por una risa—. Daidai, si estás en una cita con Su Ting, entonces...
Gu Dai tosió suavemente para interrumpir las palabras de Shi Nuan, proponiendo con entusiasmo:
—Su Ting fue a trabajar. Vamos de compras.
Shi Nuan aceptó con entusiasmo:
—Claro, claro.
Como no tenían necesidades particulares, su salida fue solo para tomar el té de la tarde y charlar.
Los ojos de Shi Nuan brillaron mientras miraba a Gu Dai:
—Daidai, brillas. ¿Has estado llevándote bien con Su Ting últimamente?
Aunque era una pregunta, la afirmación era evidente en su tono.
La cara de Gu Dai se sonrojó.
Viendo la reacción de Gu Dai, Shi Nuan se cubrió la boca, riendo, con los hombros temblando.
Gu Dai miró hacia abajo, luego con una sonrisa, dijo:
—Nuannuan.
Shi Nuan, sintiendo que algo andaba mal, preguntó en voz baja: