—Mientras el coche zumbaba en la carretera, Su Ting notó que Gu Dai se frotaba suavemente las sienes. Con un tono de voz preocupado, ofreció —Hermana, parece que tienes dolor de cabeza. He aprendido algunas técnicas de masaje con los años, ¿quieres probarlas?
Gu Dai, sus pensamientos empañados por el tedio de la oficina, aceptó su propuesta con un simple —Está bien.
Mientras las hábiles manos de Su Ting obraban su magia, la tensión de Gu Dai comenzó a disiparse. Sorprendida por la eficacia, lo elogió —Ciertamente has cambiado a lo largo de los años, Su Ting. Te has convertido en un buen cocinero y hasta has aprendido a hacer masajes.
Él rió suavemente, sus ojos cálidos con promesa —Hay mucho más que aprender sobre mí, hermana. Te lo iré revelando poco a poco con el tiempo.
Intrigada y un poco emocionada por sus palabras, Gu Dai respondió con entusiasmo —¡Vale!