Al ver la figura del hombre, los ojos de Gu Dai se entrecerraron ligeramente, invadiéndola una sensación de familiaridad.
Los hackers derrotados por Gu Dai también se volvieron hacia el hombre, con un tono hostil:
—¿Quién eres?
El hombre rió suavemente, bajando la mirada antes de hablar con ligereza:
—Lo que deberías hacer ahora es pedirle disculpas a esta señorita, no preguntar quién soy.
Gu Dai miró a los hombres fríamente:
—Si sospechan que hice trampa, presenten sus pruebas.
Al terminar Gu Dai, los rostros de los hombres palidecieron, cabizbajos por la vergüenza:
—Lo sentimos. No deberíamos haber subestimado a una mujer ni haberla difamado diciendo que hizo trampas.
Esperaron el perdón de Gu Dai, pero ella permaneció en silencio, su mirada indiferente.
Nerviosos, tartamudearon:
—Prometemos nunca más subestimar a las mujeres.
Gu Dai asintió:
—Esta vez los perdonaré. Pero tengan cuidado la próxima vez, o podrían encontrar sus computadoras comprometidas.