Zhao Xuan, temiendo que Jiang Yue pudiera buscar a Gu Dai nuevamente, decidió llevarla a casa antes de alejarse conduciendo.
Mientras Jiang Yue veía el coche desaparecer en la distancia, hervía de ira y humillación. Su respiración se aceleraba al pensar que Song Ling la había rechazado dos veces en un mismo día.
Sus uñas se clavaban en su carne, sus ojos rebosantes de odio.
Solo espera, Gu Dai, no te dejaré escapar, juró en silencio.
Zhao Xuan, al vislumbrar a través del retrovisor el rostro distorsionado de Jiang Yue, parecido al de un fantasma vengativo, aceleró el coche asustado.
Jiang Yue sacó su teléfono y marcó el número de los medios de comunicación.
—¿Cómo va? ¿Tienes todo? —preguntó con ansias.
—Por mi parte todo está listo. ¿Lo lanzo ya? ¿Quieres revisarlo primero? —respondió la persona de los medios.
—No es necesario, lánzalo ya. ¡Quiero ver los resultados en diez minutos! —urgió Jiang Yue.