—Tu lesión... —preguntó Meng Zhi.
—Chu Min te lo dijo, ¿no? —dijo Gu Dai, algo impotente.
—No te preocupes, Tercer Hermano, mi lesión no fue grave y ya casi está sanada —tranquilizó Gu Dai.
Meng Zhi, después de observar a Gu Dai y viendo que ella parecía cómoda, finalmente se relajó.
—Obligué a Chu Min a contármelo. No te enojes con él —defendió Meng Zhi.
—Está bien —asintió Gu Dai.
Aunque Meng Zhi se sintió aliviado, decidió enfocarse en preparar comidas nutritivas para Gu Dai en los próximos días.
—¡Wen Ye es despreciable, hacerle esto a un niño! —comentó amargamente Meng Zhi al mirar las marcas que persistían en el rostro de Gu Yin.
—En efecto, es despreciable. Por eso ya lo envié a la policía —dijo Gu Dai, con los ojos también endurecidos.
—¡Bien hecho! —elogió Meng Zhi.
—Lo hiciste muy bien, Daidai. ¿Pero qué pasará con el futuro de Yinyin? —preguntó bajando la voz Meng Zhi, dándose cuenta de que aún sostenía a Gu Yin.