La imagen de Gu Dai pasó por la mente de Song Ling.
Gu Dai solía ser así también. Siempre lo esperaba en casa y cocinaba sus platos favoritos al regresar, sus ojos brillaban intensamente con amor.
Pero ahora, todo parecía como un sueño que se había esfumado en el aire.
Song Ling levantó la vista hacia el sol, intentando despejar su mente. No podía entender por qué seguía soñando con Gu Dai, y ahora, en su estado de ebriedad, confundía a otras mujeres con ella.
Vagando sin rumbo, Song Ling no se dio cuenta de que se estaba desviando del camino.
De repente, un golpe fuerte con un palo lo golpeó en la cabeza, y cayó al suelo.
Varias figuras emergieron de entre los arbustos, lo metieron en un saco y se lo llevaron.
En la residencia Gu, Gu Yin miraba a Gu Dai entre lágrimas, susurrando, —Prima, no quiero dejarte.