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Después de que Zheng Ming transmitiera las instrucciones de Gu Dai, los empleados la miraron con aún más fuerte admiración.
—La señorita Gu es la luz guía de mi vida.
—Pensé que pasaría mi vida a la deriva sin rumbo, ganando solo un salario magro. Pero ahora, siento que hacerme rico no es solo un sueño mientras trabaje duro.
—La señorita Gu es tan hermosa como bondadosa; ¡es la única diosa en mi corazón!
...
Zheng Ming informó a Gu Dai sobre estos sentimientos de los empleados uno por uno.
Al escuchar, Gu Dai solo pudo ofrecer una sonrisa resignada.
Al ver su sonrisa, Zheng Ming bajó la mirada, su corazón latiendo erráticamente. Los empleados no se habían equivocado; la señorita Gu era realmente deslumbrante.
Gu Dai, ajena a la turbulencia interna de Zheng Ming, habló en su tono habitual —Pide al Asistente Lin que venga a mi oficina cuando esté libre.
Volviendo a la realidad, Zheng Ming asintió —¡De acuerdo!