Aunque Gu Dai había expuesto los hechos, Gu Ming seguía insistiendo:
—Debes haber cambiado el collar cuando no estábamos atentos. Gu Zhi es tan pura y amable; ¡jamás tomaría tus cosas!
Sin sorprenderse por la obstinación de Gu Ming, Gu Dai sacó su teléfono y lo agitó, diciendo:
—Tengo cámaras de vigilancia instaladas en la entrada de la villa. Si estás tan convencido de que cambié el collar, no dudes en revisar las grabaciones.
El rostro de Gu Zhi se volvió pálido al instante. Había negado rotundamente haber tomado el collar, contando con el hecho de que Gu Dai no tenía pruebas. Pero ahora, resultaba que Gu Dai tenía cámaras de vigilancia.
Tras ver las grabaciones de vigilancia varias veces, quedó claro que Gu Dai no había cambiado el collar. El que sostenía en su mano era, de hecho, el que Gu Zhi le había dado.
Viendo que ahora Gu Ming y su familia se habían quedado sin palabras, Gu Dai dijo con tranquilidad: