Quien me enseña un día es un padre para toda la vida. El segundo discípulo de Wang Jian era Li Mei. Se podría decir que él la había enseñado como si fuera su propia hija.
Wang Jian soltó una carcajada.—Solo estoy aquí para veros a ti y a Jiang An. Volveré en unos días. Ese viejo sacerdote taoísta en la montaña no tiene a quien jugar al ajedrez y charlar con él. Se está sintiendo asfixiado. Solo he dejado la Ciudad Jingdu por medio día, pero él me ha preguntado tres veces en WeChat cuándo volveré.
Li Mei soltó una carcajada.—El taoísta Yi Shan sigue siendo tan hablador.
Li Mei saludó a Tan Ming, que caminó rápidamente hacia adelante. Li Mei tomó la mano de su hija y la presentó—An'an, este es el maestro de mamá. Tienes que llamarlo Gran Maestro.
Tan Ming hizo una reverencia respetuosa al anciano.—Saludos, Gran Maestro.
