Además, estaba sentada en la parte trasera del autobús, sintiéndose mareada y con náuseas.
A su lado se sentía una chica muy linda que notó que el rostro de Nan Yan se había puesto pálido. Ella preguntó con voz baja:
—¿Te sientes mal, Nan Yan?
—Está bien —Nan Yan se pellizcó la frente—. Tengo un poco de mareo de coche.
La chica sacó dos caramelos de menta de su bolsillo y se los ofreció:
—Toma, come un caramelo, ¡puede que te sientas mejor!
—Gracias —Nan Yan aceptó.
Después de comer el caramelo de menta, sus síntomas de mareo mejoraron bastante y su estómago se sintió menos incómodo.
—Nan Yan, todavía tenemos más de una hora antes de llegar a la Primera Escuela Secundaria. ¿Qué tal si te apoyas en mi hombro y descansas un poco? —ofreció la chica.
—No hay necesidad, estoy bien —Nan Yan negó con la cabeza.
No estaba muy acostumbrada a aceptar amabilidad de extraños, pero aun así estaba agradecida.
—¿Cómo te llamas? —preguntó Nan Yan.