—El Viejo Maestro An observaba la interacción entre los tres y les llamó —Mulin, ven y siéntate aquí.
An Mulin retiró su mirada y caminó hasta el lado de la cama del Viejo Maestro An.
—Abuelo, ¿cómo te sientes? —preguntó An Mulin.
—El Viejo Maestro An suspiró —¿Qué puedo decir? Solo tomando las cosas con calma para recuperarme.
—Entonces, por favor, cuídate mucho y no te preocupes por otros asuntos —dijo An Mulin.
—De hecho, quiero ocuparme de algunas cosas ahora, pero no tengo la energía. Ya sea lo de tus padres o los asuntos de la empresa, manéjenlos ustedes mismos. Quiero escuchar a Yanyan, cuidar bien de mi salud y evitar hacerla enojar.
El Viejo Maestro An había llegado a darse cuenta de que sus nietos tenían sus propias vidas y que él, al borde de la muerte, no necesitaba preocuparse por esos asuntos. Solo quería vivir unos años más y proteger a su preciosa nieta.