—Nan Yan... —mientras Nan Yan estaba a punto de entrar a la habitación del hospital, An Zhici la llamó.
—¿Hay algo que necesitas? —Nan Yan frunció el ceño y se volvió para mirarlo.
En sus ojos, aparte de An Xiran y el Viejo Maestro An, todos en la familia An se habían convertido en extraños para ella.
Las acciones repetidas de An Yaoqing y Lu Lehua habían agotado toda su paciencia. Si pudiera evitarlos, ni siquiera quería verlos.
—Nan Yan... —An Zhici se sentía avergonzado y le resultaba difícil hablar, especialmente enfrentándose a la mirada fría y distante de Nan Yan. Casi no podía abrir la boca.
—Si no tienes nada que decir, entraré primero. —Con eso, se dio la vuelta y entró.
—Lo siento... —la disculpa de An Zhici vino desde atrás.