Zhang Chenyin también entendió que no podía culpar a aquellos estudiantes que decidieron quedarse en el extranjero. Después de todo, los países extranjeros ofrecían beneficios superiores para retenerlos, y tenía que admitir que el desarrollo extranjero era más rápido que el progreso nacional.
Sin embargo, ver a los talentos que su propio país había cultivado con esfuerzo sirviendo a naciones extranjeras, y a veces incluso convirtiéndose en herramientas usadas en contra de su patria, lo llenaba de tristeza.
Cambiar este fenómeno era su búsqueda de toda la vida, así como la de incontables directores universitarios dedicados a educar y formar a los estudiantes.
Ahora, con alguien que podría cambiar el ranking internacional de la Universidad Imperial, estaba determinado a hacer todo lo que estuviera en su poder para ayudarla a crecer.
Zhang Chenyin miró a Nan Yan con ojos sinceros y dijo:
