Dentro de la unidad de cuidados intensivos, dos camas estaban colocadas una al lado de la otra.
Bai Chen y Shen Junqing yacían tranquilamente en sus respectivas camas, con los ojos cerrados.
Dependían de máscaras de oxígeno y equipos médicos externos para mantener signos vitales.
Aparte de los diversos sonidos de los equipos médicos funcionando, la habitación estaba inquietantemente silenciosa.
Al verlos yacer sin vida de esta manera, los ojos de Nan Yan se llenaron de lágrimas, y sintió un dolor agudo de tristeza.
—Bai Chen, Tercer Hermano... —Si tan solo hubiera ido a salvarlos un poco antes.
—¡Entonces no habrían sido torturados hasta este punto!
Sintió un profundo sentimiento de culpa y auto-reproche.
Los dos dormían tranquilamente, incapaces de darle alguna respuesta.
Si no fuera por las lecturas fluctuantes de los dispositivos de monitoreo de las funciones cardíacas y pulmonares, parecerían completamente sin vida.