Nan Yan regresó a su oficina y recuperó algunos objetos que necesitaba de la caja fuerte. Antes de que pudiera terminar y cerrar la puerta de la caja, la puerta de su oficina se abrió de golpe.
—Hermano?
Nan Yan se giró, sintiéndose algo sorprendida al ver al hombre que había aparecido de repente en su puerta.
—¿Cómo has llegado aquí?
Qin Lu se acercó a ella y sin decir una palabra, la abrazó.
Nan Yan dudó por un momento, percibiendo el aliento ligeramente más pesado del hombre cerca de su oído. También podía sentir su fuerte latido a través de la capa de tela, y parecía que sus emociones estaban bastante inestables.
—¿Qué pasa, Hermano? —La mano de Nan Yan dudó antes de finalmente reposar en su delgada cintura.
—Yanyan, no me dejes —dijo Qin Lu, su voz tranquila pero llena de una intensidad subyacente.
