—Esto es bueno, Cuarto Hermano. No quiero causar más problemas para mí misma, ni quiero molestar a todos ustedes —las palabras de Nanyan hicieron que An Xiran no pudiera persuadirla para que regresara a la familia An.
Dos años de negligencia y maltrato sin duda la habían herido profundamente.
No sería fácil reparar su relación nunca más.
—Si necesitas algo, solo díselo al Cuarto Hermano. No cargues todo por tu cuenta —dijo An Xiran.
Nanyan respondió ligeramente:
—Está bien.
An Xiran suspiró después de colgar el teléfono.
Luego llamó a Lu Lehua.
El tono de Lu Lehua era desagradable:
—¿Le dijiste lo que te dije? ¿Va a volver o no? —Un atisbo de burla brilló en los ojos de An Xiran mientras respondía casualmente—, No volverá a casa. De ahora en adelante, me ocuparé de ella. Puedes pretender que nunca regresó a la familia An.
Los hijos de otras personas eran tratados como tesoros, atesorados en la palma de sus manos.