Ryosuke estaba sentado en la mesa del comedor, jugando con un pequeño juguete mientras su padre lo observaba desde el marco de la puerta. El hombre tenía una expresión seria, como si algo lo preocupara profundamente, pero intentaba ocultarlo con una leve sonrisa para no asustar a su hijo. Finalmente, después de un largo suspiro, el padre de Ryosuke se acercó y se inclinó hacia él, poniendo una mano firme pero cálida sobre su hombro.
Padre de Ryosuke: (Con voz tranquila) Ryosuke, ven conmigo. Hay algo que necesito mostrarte.
El niño levantó la mirada, con una mezcla de curiosidad y confusión. No era habitual que su padre hablara con ese tono tan solemne, y eso hizo que sintiera un leve cosquilleo de nervios en el estómago.
Ryosuke (niño): (Inocente) ¿Qué es, papá?
Padre de Ryosuke: (Con una pequeña sonrisa) Es algo importante, algo que he estado guardando durante mucho tiempo. Pero creo que es hora de que lo veas.
Ryosuke, sin dudar, dejó su juguete en la mesa y se levantó. Tomó la mano de su padre, sintiendo el calor y la seguridad que esa simple acción le proporcionaba. Juntos, comenzaron a caminar por la casa, dirigiéndose hacia un lugar que Ryosuke rara vez había visitado: el sótano.
A medida que se acercaban a la puerta del sótano, Ryosuke sintió que el aire alrededor de ellos cambiaba. Había algo diferente en el ambiente, algo más pesado y denso. La casa, que siempre había sido un lugar cálido y seguro, parecía transformarse en algo más misterioso a medida que descendían. Su padre abrió la puerta del sótano con un suave chirrido, y una ráfaga de aire frío los envolvió.
El sótano era un lugar que Ryosuke evitaba. Estaba oscuro, polvoriento, y lleno de cajas y muebles cubiertos por sábanas que parecían fantasmas inmóviles en la penumbra. Nunca le había gustado bajar allí solo, pero con su padre al lado, se sentía un poco más valiente. Las escaleras de madera crujían bajo sus pies, cada paso resonando en el silencio. Las sombras se alargaban en las paredes, bailando al ritmo de la luz que titilaba desde una bombilla vieja que colgaba del techo.
Ryosuke (niño): (Con un leve temblor en la voz) ¿Por qué estamos aquí, papá? Este lugar siempre me dio miedo.
Padre de Ryosuke: (Con una mirada seria) No te preocupes, hijo. Yo estoy aquí contigo. Este sótano guarda muchos secretos... y uno de ellos es lo que quiero mostrarte hoy. Algo que tal vez no entiendas del todo ahora, pero es importante que lo veas.
Ryosuke no estaba seguro de lo que su padre quería decir. ¿Secretos? ¿Qué clase de secretos podían haber en ese lugar viejo y olvidado? La curiosidad comenzaba a mezclarse con la ansiedad mientras seguían avanzando hacia el fondo del sótano.
Finalmente, llegaron a una pequeña habitación al final del pasillo. Era la parte más oscura y fría del sótano, y parecía como si no hubiera sido tocada en años. El padre de Ryosuke se detuvo frente a una vieja puerta de madera. Su mano se deslizó en el bolsillo de su chaqueta, sacando una llave oxidada que encajaba perfectamente en la cerradura.
Padre de Ryosuke: (Con voz baja) Dentro de esta habitación, hay algo que he mantenido oculto por mucho tiempo. Algo que podrías necesitar saber en el futuro.
El clic de la cerradura al girar resonó en el aire, y la puerta se abrió lentamente, revelando una habitación pequeña y oscura. En el centro de la habitación, sobre una mesa cubierta de polvo, descansaba una caja metálica. No era muy grande, pero parecía pesar una tonelada por la manera en que el ambiente se volvía más denso alrededor de ella.
Ryosuke observaba la caja con fascinación, sus ojos grandes y brillantes de curiosidad. La caja parecía ordinaria, pero el tono de su padre y la atmósfera de la habitación le decían que había algo más, algo profundo y oculto que aún no podía comprender.
Padre de Ryosuke: (Con voz seria) Esta caja... tiene algo que pertenece a nuestra familia. No puedo decirte todo todavía, pero lo que está dentro... podría cambiar tu vida algún día.
El corazón de Ryosuke latía con fuerza. Su padre hablaba con una solemnidad que nunca había escuchado antes, y eso solo aumentaba la sensación de que algo importante estaba a punto de revelarse.
Su padre colocó las manos temblorosas sobre la tapa de la caja, tomando un momento para respirar profundamente antes de abrirla. El silencio en la habitación era absoluto, roto solo por el leve crujido de la tapa metálica al abrirse. Pero justo cuando estaba a punto de mostrarle lo que había dentro, un sonido agudo y molesto comenzó a resonar en la mente de Ryosuke.
Era un pitido insistente, penetrante. Al principio, pensó que venía de la caja, pero rápidamente se dio cuenta de que estaba en su cabeza, taladrando su conciencia. El sótano comenzó a desvanecerse, las sombras retrocedieron, y la figura de su padre se disolvió en la oscuridad.
Ryosuke se despertó de golpe en la cama del hospital, con la respiración agitada y el sonido del monitor cardíaco inundando la habitación. El pitido que había escuchado en su sueño no era otra cosa que el eco constante del equipo médico a su lado. Parpadeó varias veces, tratando de enfocarse en su entorno.
El techo blanco y las paredes estériles le recordaban de inmediato dónde estaba: un hospital. La confusión lo embargó por un momento mientras trataba de conectar los fragmentos de su memoria. Había estado en una misión, con Rui y Mei... pero algo había salido terriblemente mal.
El recuerdo del Espectro invadió su mente como una tormenta, trayendo consigo una ola de emociones: miedo, culpa, dolor. Todo se agolpaba dentro de él como un remolino incontrolable, y la realidad lo golpeó con fuerza. Había sido el único en sobrevivir. Rui y Mei estaban muertos.
Ryosuke (pensamiento): ¿Por qué... por qué estoy aquí? ¿Por qué fui yo el que sobrevivió?
Su mente estaba nublada por la culpa. Había sido incapaz de hacer nada para salvar a sus compañeros, y esa impotencia lo devoraba desde adentro. Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos mientras trataba de procesar lo que había pasado. Todo parecía una pesadilla interminable de la que no podía despertar.
El sonido de la puerta abriéndose lo sacó de sus pensamientos. Una enfermera entró, mirándolo con una sonrisa amable al notar que estaba despierto.
Enfermera: Me alegra verte despierto. Estuviste inconsciente por un tiempo, pero te recuperarás. Fuiste muy afortunado.
Ryosuke intentó forzar una sonrisa, pero el dolor lo consumía. Las palabras de la enfermera sonaban lejanas, como un eco en una realidad que ya no le pertenecía. Lo único que podía pensar era en Mei y Rui, sus compañeros... caídos. La misión había sido un desastre, y el Espectro, el enemigo que habían enfrentado, seguía libre.
Enfermera: ¿Te sientes mejor? ¿Te duele algo?
Ryosuke: (silencioso, con la mirada perdida)
La enfermera observó su estado, comprendiendo que lo que más dolía no eran sus heridas físicas. Decidió dejarlo a solas.
Enfermera: Te dejaré un momento para que puedas procesar lo sucedido. Si necesitas algo, estaré cerca.
La puerta se cerró suavemente, y el silencio cayó sobre Ryosuke como una losa. El peso de su culpa era insoportable.
Ryosuke (pensamiento): Mei... Rui... No hice lo suficiente... debería haber hecho más... debería haber hecho algo..
Finalmente, las lágrimas que había estado reteniendo comenzaron a caer, silenciosas pero devastadoras. El dolor de la pérdida era profundo, pero el sentimiento de impotencia lo destrozaba aún más.
De repente, la puerta se abrió con fuerza. Su madre entró corriendo, eufórica y con el rostro bañado en lágrimas.
Madre: ¡Ryosuke! —su voz temblaba de emoción y miedo mientras se acercaba a la cama—. ¡Gracias a Dios estás vivo! ¡Pensé que te había perdido!
Se arrojó sobre él, abrazándolo con fuerza, aferrándose a su hijo como si no quisiera dejarlo ir nunca más.
Ryosuke: Mamá… lo siento…
Madre: ¡No lo digas! —se apartó ligeramente para mirarlo a los ojos, sus lágrimas caían libremente—. No vuelvas a disculparte. ¡Esto no debió haber pasado nunca! —Su rostro cambió de la desesperación a la resolución, su voz se endureció—. No volverás a ese gremio, Ryosuke. ¡Nunca más! No te arriesgarás de nuevo en esas misiones. No después de esto.
Ryosuke la miraba en silencio, el peso de la culpa y el dolor seguían oprimiendo su pecho.
Ryosuke: Pero… ellos… Mei y Rui… fueron mis compañeros. No puedo dejarlos así.
Madre: ¡No me importa! —gritó, sus ojos reflejaban el miedo de casi perder a su hijo—. Estuviste al borde de la muerte, Ryosuke. ¡Casi te pierdo! No permitiré que eso vuelva a pasar. ¡No volverás a ese maldito gremio!
Ryosuke: Mamá, no lo entiendes…
Madre: ¡No! Lo que entiendo es que eres lo único que tengo, y no te voy a perder. ¡No lo harás! No después de esto, ¿me oyes?
El silencio reinó en la habitación, mientras las emociones de ambos chocaban. Ryosuke sabía que su madre hablaba desde el miedo, pero la promesa que había hecho en su corazón no podía ser ignorada.
Ryosuke (pensamiento): No puedo detenerme aquí... Nadie merece ese final… Alguien tiene que hacer justicia por ellos... Y ese alguien soy yo.
Las lágrimas seguían cayendo, pero en su interior algo se encendía, un fuego que no se apagaría tan fácilmente. Su madre no lo entendería, pero él sabía que no podía darle la espalda a su promesa. Daría justicia a Mei y Rui, aunque eso significara enfrentar el mundo entero.
Ryosuke (pensamiento): Haré que el Espectro pague. Cueste lo que cueste.
Ryosuke (pensamiento): No importa dónde te escondas, aunque escapes a los confines del universo, nunca dejaré de perseguirte, Espectro. Te lo juro.
Madre: Siempre tan terco como tu padre…
(Sonido de la puerta)
Ryosuke: (Levantando la vista) Sr. Kaito…
Kaito: (Entrando, con un semblante serio) Hola, Ryosuke. Veo que ya estás más recuperado. Quiero hacerte algunas preguntas sobre lo sucedido, ¿te parece bien?
Ryosuke: (Asiente con una expresión sombría) Está bien.
Kaito: (Cruza los brazos, evaluando cuidadosamente a Ryosuke) Necesito que me expliques qué pasó en la misión. ¿Por qué algo de rango tan bajo terminó de esa manera?
Ryosuke: (Con voz baja, cargada de tensión) Todo empezó como siempre… hasta que encontramos varios cuerpos. Rui y Mei intentaron luchar contra unos individuos... pero entonces apareció él. Se hace llamar… el Espectro.
Kaito: (Frunce el ceño) ¿El Espectro? (Hace una pausa, pensativo) No me suena ese nombre. ¿Dijo algo? ¿Algún motivo para atacarlos?
Ryosuke: (Revive la escena en su mente, su voz temblando de angustia) No dijo mucho, pero su presencia lo decía todo. Nos observaba como si fuéramos… juguetes. Antes de que pudiéramos reaccionar, nos neutralizó por completo. Su poder era… abrumador. Creó una atmósfera tan densa, como si el aire mismo nos aplastara. Mei y Rui… no pudieron ni defenderse.
Kaito: (Tono más grave, buscando entender) Entonces, ese tal Espectro… ¿solo apareció para atacar? ¿No mencionó un propósito?
Ryosuke: (Apretando los puños, su mirada oscurecida) No. Solo me miró… y dijo que no teníamos oportunidad, que éramos insignificantes. Luego… me dejó con vida, como si no le importara. Como si ni siquiera lo considerara una amenaza real.
Kaito: (Asiente lentamente, procesando la información) Hmm… si es tan poderoso como dices, y no nos suena su nombre, esto es más grave de lo que imaginábamos. ¿Dio alguna pista de sus verdaderos objetivos?
Ryosuke: (Con amargura) No lo mencionó, pero… todo fue demasiado calculado. Sabía que estaríamos allí. Nos atrapó en una trampa. Era como si todo estuviera predeterminado, como si solo estuviera jugando con nosotros.
Kaito: (Frunce el ceño, más serio aún) Entonces, no fue un ataque al azar. Es alguien calculador. Necesitamos averiguar más sobre este Espectro y sus motivos. ¿Quién está detrás de todo esto?
Ryosuke: (Con los ojos ardiendo de determinación) No me importa quién sea o qué busque. Lo único que sé es que voy a encontrarlo. Esto no fue un simple ataque. Fue una ejecución. Y no descansaré hasta que Mei y Rui reciban la justicia que merecen.
Kaito: (Levanta una ceja, impresionado por la intensidad de Ryosuke) Lo entiendo… pero no podemos lanzarnos sin un plan. Si este Espectro es tan peligroso como parece, debemos prepararnos. No lo subestimes otra vez.
Ryosuke: (Con una mirada de acero) No lo haré. Esta vez… será diferente. No volveré a ser el mismo que dejó que todo esto sucediera, me hare mas fuerte.
Una semana después, Ryosuke caminaba por los pasillos del colegio como si el mundo a su alrededor se hubiera vuelto gris y lejano. Cada paso le recordaba lo frágil que se sentía, como si las sombras de aquel día aún lo persiguieran. Las miradas de los demás, los sonidos familiares, todo parecía ajeno. Aún llevaba las secuelas de lo que sucedió con Mei y Rui, tanto en su cuerpo como en su corazón.
De repente, un grito rompió el ruido de fondo.
Elena: ¡Ey! ¡Ryosuke!
El sonido de su nombre resonó, pero él no se detuvo. No giró la cabeza. Solo siguió caminando, como si ese grito no lo hubiera alcanzado, como si quisiera escapar de cualquier conversación que lo enfrentara a la realidad.
Elena, al notar que no le hacía caso, corrió para alcanzarlo. Se plantó frente a él, bloqueando su camino. Lo miró fijamente, sus ojos reflejaban la preocupación que había estado creciendo desde que él había vuelto.
Elena: Oye, ¿estás bien? —su voz era suave, pero directa.
Ryosuke suspiró, intentando forzar una sonrisa que no llegó a sus ojos.
Ryosuke: Claro, ¿por qué no lo estaría? —respondió, con una indiferencia que no convencía a nadie—. ¿Y tú? ¿Qué tal?
La sonrisa falsa no pasó desapercibida para Elena. Había algo en su voz, en sus movimientos... no era el Ryosuke de siempre.
Elena: Bien, supongo... —lo miró más de cerca, buscando algo en su expresión—. Oye, ¿seguro que estás bien? Te noto raro. Diferente.
Ryosuke apartó la mirada por un segundo, sintiendo cómo la máscara que intentaba mantener se resquebrajaba. No quería preocuparla, no quería que nadie supiera lo que realmente sentía. Lo último que necesitaba era cargar a los demás con su dolor.
Ryosuke: Tranquila, estoy más que bien. —Rió levemente, un sonido vacío—. Solo... no he dormido lo suficiente.
Elena frunció el ceño, claramente no satisfecha con su respuesta, pero no insistió. Había algo en su tono que le decía que no debía presionar, al menos no en ese momento.
Mientras ella lo miraba con duda, Ryosuke bajó la cabeza, sintiendo el peso de su propia mentira. Elena podía ver a través de su fachada, pero él no estaba listo para enfrentar la verdad, ni con ella, ni consigo mismo.
Ryosuke (pensando): ¿Por qué miento? —se preguntó, sintiendo una punzada de culpa en su pecho—. ¿Por qué no puedo decirle lo que siento de verdad?
Sabía la respuesta. Admitirlo en voz alta lo haría real. Admitir que no estaba bien significaría enfrentarse a la muerte de Mei y Rui de nuevo. Significaría recordar cómo les había fallado.
Ryosuke (pensando): Si le digo la verdad... si dejo que lo sepan... no podré soportarlo. No quiero que me vean así. No quiero que me vean débil.
Siguió caminando, sin mirar atrás, dejando a Elena con una sensación de vacío, incapaz de comprender del todo lo que estaba ocurriendo en la mente de su amigo. Pero Ryosuke sabía que no podía seguir ocultándolo para siempre. Su corazón estaba en guerra con él mismo, atrapado entre la culpa y la necesidad de justicia.
Elena: Ryosuke, ¿quieres ir a tomar un té luego? —preguntó, con una sonrisa suave, esperando que el gesto pudiera aligerar el aire pesado que parecía rodearlo desde su regreso.
Ryosuke: Lo siento, Elena, hoy tengo cosas que hacer. —Respondió rápidamente, sin mirarla directamente, como si ya estuviera pensando en otra parte, en otro lugar.
Sin esperar una respuesta, Ryosuke se dio la vuelta y se marchó. Elena lo observó alejarse, sintiendo que cada vez estaba más distante. Algo en su pecho le decía que Ryosuke estaba enfrentando algo mucho más oscuro de lo que dejaba ver. Y lo peor de todo, lo enfrentaba solo.
Horas más tarde, cuando las clases del día finalmente terminaron, Ryosuke caminaba solo por las calles. El bullicio de los estudiantes alejándose hacia sus casas apenas llegaba a sus oídos. Su mente estaba nublada, atrapada en una espiral de recuerdos, culpa y preguntas sin respuesta.
Sin darse cuenta, sus pasos lo llevaron a un lugar que no había visitado desde el día del entierro.
El cementerio.
Al llegar, el aire cambió, tornándose más pesado y frío. Caminó entre las tumbas, hasta llegar a dos que le resultaban demasiado familiares. Las lápidas de Mei y Rui, lado a lado, como si la vida y la muerte hubieran decidido no separarlos. Se detuvo frente a ellas, el dolor latiendo en su pecho.
Ryosuke (pensando y furioso): No pude hacer nada…
De repente, una voz detrás de él rompió el silencio del cementerio.
Elena: ¿Era esto verdad? —preguntó con un tono suave pero lleno de preocupación—. ¿Lo que te sucede... tiene que ver con ellos?
Ryosuke se giró, sorprendido, y encontró a Elena de pie a unos metros, mirándolo con los ojos llenos de preguntas y comprensión.
Ryosuke: ¿Qué haces aquí? —dijo con sorpresa, su voz más áspera de lo que pretendía—. ¿No deberías estar en casa?
Elena: No pude irme sin saber qué te pasaba. —Elena avanzó lentamente, sin apartar la mirada de él—. He notado que algo está mal contigo desde que regresaste, Ryosuke. No eres el mismo, y no podía simplemente ignorarlo.
Ryosuke la miró en silencio, procesando lo que acababa de decir. Durante días había intentado esconder su dolor, fingir que todo estaba bien, pero ahí estaba Elena, cruzando barreras que nadie más había cruzado. Era como si viera a través de las paredes que había construido.
Ryosuke (pensando): Esta chica... se preocupa mucho por mí... —pensó con una mezcla de sorpresa y gratitud.
Pero también había un peso en esa revelación. No quería arrastrar a Elena a su propio infierno personal. No quería que ella sintiera el mismo dolor que él.
Ryosuke: Elena, no deberías estar aquí. No quiero que te preocupes por esto. —dijo, mirando hacia las lápidas—. Esto... es algo que tengo que cargar yo.
Elena: No tienes que hacerlo solo. —Elena dio un paso más cerca, su voz se volvió más firme, pero aún gentil—. Sé que no puedo entender completamente lo que estás sintiendo, pero no voy a dejar que sigas cargando con esto tú solo. No te mereces eso
.
Ryosuke: (suspira y baja la mirada) No lo entiendes... No se trata solo de mí. Ellos murieron por mi culpa—, no pude hacer nada... —Su voz se quebró ligeramente, incapaz de contener el peso de sus emociones—. Si hubiera sido más fuerte... si hubiera hecho algo diferente... ellos estarían aquí.
Elena se quedó en silencio por un momento, comprendiendo que las palabras no podrían aliviar esa culpa tan fácilmente.
Elena: Ryosuke... la culpa no te va a devolver a ellos. —Su voz era suave, pero directa—. Pero yo sé que ellos no querrían verte destruirte por esto. Sé que te importaban, y sé que tú les importabas a ellos. Si los honras, hazlo de una manera que te permita seguir adelante.
Ryosuke: (pensando): ¿Cómo puedo seguir adelante? ¿Cómo puedo simplemente... dejarlo ir?
El viento sopló suavemente, moviendo las hojas a su alrededor. Ryosuke miró las tumbas una vez más, sintiendo que una parte de él estaba atada a ese lugar, pero otra... comenzaba a comprender que tal vez, solo tal vez, no tenía que caminar este camino solo.
Ryosuke: (Con una voz suave, vulnerable) Gracias, Elena… no sé cómo habría aguantado sin ti.
Elena: (Sonriendo) No tienes que agradecerme. Estoy aquí porque me importas, Ryosuke.
Ryosuke la miró por un momento, sintiendo algo que nunca antes había sentido. Un extraño calor en su pecho, una sensación que lo desconcertaba pero que, de alguna manera, le traía calma. Sin pensarlo mucho, la abrazó. Al principio fue torpe, pero al sentir los brazos de Elena rodearlo, algo dentro de él se aflojó. La tensión, el dolor… todo parecía un poco más liviano en su presencia.
Ryosuke: (Susurrando) De verdad, gracias.
Elena lo abrazó con fuerza, mostrándole que no estaba solo. En ese instante, mientras sentía su cercanía, Ryosuke notó que no solo era el alivio lo que lo invadía. Había algo más. Algo que no entendía del todo, pero que empezaba a tomar forma, aunque no se atrevía a ponerle nombre.
Ryosuke: (Con una leve sonrisa) No sé qué haría sin ti.
Elena: (Suavemente) Y no lo sabrás, porque no voy a dejar que enfrentes esto solo.
Cuando se separaron, Ryosuke sintió que había algo diferente, una nueva conexión que antes no estaba allí. Aunque su misión de justicia seguía clara en su mente, ese momento con Elena le había dejado una marca profunda, algo que él aún no estaba preparado para comprender del todo.