Valentina se hallaba de pie en la orilla de Bahía, con la mirada perdida en el horizonte, donde el mar se fusionaba con el cielo al atardecer. Las olas rompían suavemente en la playa, susurros del océano que parecían llevar consigo los misterios del universo.
Para Valentina, esa playa había sido su refugio desde tiempos de infancia, un lugar donde hallaba calma y claridad en medio del caos del mundo que la rodeaba.
La vida en Bahía transcurría apacible, un remanso de paz en medio del ajetreo del mundo exterior.
Pero todo cambió el día en que los líderes terrestres llegaron con una propuesta que sacudiría los pilares de su existencia.
Debido a que sus padres pertenecían a los altos mandos del ejército de la tierra, por ende, ella quedó ingresada en un proyecto de intercambio, cuando era pequeña asistía regularmente a un taller de cosmología, y astronomía, ella no era muy buena y solía distraerse con mucha facilidad.
Después de que sus padres fallecieron cuando valentina solo tenía 17 años, quedando al cuidado de su anciana abuela, ella decidió no asistir más a esos talleres, ya que de alguna forma todo les recordaba a sus padres, pero igualmente siguió en los registros del gobierno, su vida dio un vuelco la fecha nunca se le olvidará, fue un 17 de febrero de 1984. Tocaron a su puerta, unos hombres vestidos con trajes muy formales, valentina solo los miro y sin decir palabra alguna los dejó entrar, les sirvió un té, mientras ellos comenzaron a hablar.
Valentina había sido designada como la ofrenda de paz de la Tierra a Xerathia, una carga abrumadora que la sumió en una tormenta de emociones encontradas.
Rememoraba aquel instante cuando los líderes terrestres le presentaron la propuesta en su humilde morada bahiense.
Sentada a la mesa de la cocina, envuelta por el conocido aroma de las comidas caseras, Valentina escuchó atónita mientras le explicaban la difícil coyuntura por la que atravesaba la Tierra. Los recursos menguaban, los conflictos se recrudecían y la esperanza se desvanecía con cada jornada que pasaba.
Fue entonces cuando le ofrecieron la oportunidad de ser la voz de la paz, la esperanza de un futuro mejor para la humanidad. Aunque al principio se resistió, temerosa del sacrificio que se le pedía, Valentina sabía en lo más profundo de su corazón que no podía dar la espalda a su deber, Aceptó con determinación, consciente de que su destino estaba entrelazado con el de millones de personas que dependían de ella para un futuro mejor.
Y así, en la suave luz del atardecer, Valentina se encontraba de pie en la costa de Bahía, lista para emprender el viaje que cambiaría su vida para siempre. A su alrededor, el suave murmullo del océano parecía darle fuerzas mientras se preparaba para enfrentar el desconocido. Con un último suspiro, cerró los ojos y se dejó llevar por la sensación de libertad que la envolvía, lista para abrazar su destino con valentía y determinación.
—abuela, are el mismo viaje de mis padres, tengo miedo, pero sé que tú estarás a mi lado ahí arriba, quizás encuentre a mis padres como también no los vea, abuela, después que tú te fuiste, me he sentido muy sola, siento que no pertenezco aquí, quizás a donde me envíen sí encuentre mi lugar—
Apretó un collar que colgaba de su cuello, donde estaba una pequeña foto de ella, sus padres y su abuela.
Valentina sintió una mano cálida sobre su hombro, sacándola de sus pensamientos. Se volvió para encontrarse con la mirada compasiva de su mejor amiga, Elena, quien sostenía un vestido de un blanco resplandeciente en sus manos.
—Es hora, Valen—, dijo Elena con una sonrisa tranquilizadora. —Debes lucir radiante para este momento tan importante—.
Valentina asintió con gratitud y se dejó guiar por Elena hacia su modesta casa, donde se prepararían para su partida hacia Xerathia. Se vistió con el vestido blanco, una obra maestra de seda y encaje que resaltaba su belleza natural con elegancia y sencillez.
Los cabellos oscuros de Valentina caían en cascada sobre sus hombros, adornados con una tiara de cristales que brillaban como estrellas en la noche.
Una vez lista, Valentina salió de su casa, donde la esperaba una escolta de honor compuesta por miembros de las fuerzas armadas terrestres. Sus uniformes resplandecían bajo la luz del sol, una muestra de la determinación y el compromiso de la humanidad por la paz.
Con paso firme y un poco de temor, pero lleno de emoción, Valentina se dirigió hacia la nave que la llevaría a Xerathia.
La nave, una maravilla de la ingeniería humana, brillaba con una luz plateada bajo el sol, sus motores zumbando con anticipación por el viaje que estaba por emprender.
Valentina subió a bordo de la nave, acompañada por su escolta y por Elena, quien la abrazó con fuerza antes de desearle suerte en su viaje. Con un último vistazo a su hogar en Bahía, Valentina se adentró en la nave, lista para enfrentar el futuro con valentía y determinación.
Los motores rugieron con poder mientras la nave se elevaba hacia el cielo, dejando atrás la Tierra y dirigiéndose hacia las estrellas. Con el corazón lleno de esperanza y determinación, Valentina se preparó para el viaje que cambiaría su vida para siempre.
Una vez dentro se sentó y se aseguró en el asiento mientras despresurizaban la nave, una vez lista emprendieron el vuelo.
Los soldados le indicaron su habitación para que descanse mientras dura el viaje a Xerathia.
Valentina siguió a los soldados por los pasillos de la nave, admirando la tecnología avanzada que rodeaba su entorno. Las luces parpadeaban suavemente, creando una atmósfera tranquila y reconfortante.
Finalmente, llegaron a la habitación asignada a Valentina para el viaje. Era pequeña, pero acogedora, con una cama mullida y una ventana que ofrecía una vista panorámica del espacio exterior.
Los soldados le aseguraron que estarían disponibles si necesitaba algo y luego se retiraron, dejando a Valentina a solas con sus pensamientos.
Se sentó en el borde de la cama, sintiendo el zumbido suave de los motores de la nave mientras se alejaban de la Tierra. Una mezcla de emociones la invadió: miedo por lo desconocido, tristeza por dejar su hogar y esperanza por el futuro que le esperaba en Xerathia.
Valentina se recostó en la cama, dejando que el suave balanceo de la nave la arrullara lentamente hacia el sueño. Antes de cerrar los ojos, miró una vez más la foto de sus padres y su abuela que descansaba en su mesita de noche, encontrando consuelo en su presencia incluso en la vastedad del espacio.
Con un suspiro, se dejó llevar por el sueño, sabiendo que el viaje que estaba por emprender sería el inicio de una nueva y emocionante etapa en su vida.