Clei sintió el agua caliente caer sobre su piel, pero no pudo escapar de los recuerdos. El sueño, o presagio, lo atormentaba. Las manos de sus "hermanos", antes tan familiares, ahora parecían garras las cuales rasgaron su piel. ¿Era real o solo una creación de su mente?
El vapor llenó el baño, y Clei apretó los puños. No podía permitirse dudar. Debía enfrentar la verdad, incluso si eso significaba descubrir secretos oscuros entre los que lo rodeaban.
Pensaba esto mientras lastimaba su piel blanquecina con el jabón
Asmodeus y Abraxus estaban en el castillo, y Deymon... ¿qué pensaría Deymon de todo esto? Clei se prometió a sí mismo que encontraría respuestas, aunque eso significara desentrañar los hilos de su pasado y enfrentar las sombras del presente.
La ducha, gigantesca y digna de su título, no podía lavar la incertidumbre que lo carcomía. Pero Clei salió de ella con determinación. El castillo bullía con la llegada de los demonios, y él, un ángel caído, se preparaba para la danza peligrosa que lo esperaba.