—¿Puedes dejar de llorar, por favor? —hace tan solo unos minutos lo estaba molestando y riendo con él y aquí estaba, haciéndola llorar otra vez.
Aún escondía su rostro detrás de sus palmas, y él podía ver sus hombros temblar.
—T-todavía no has comido tu desayuno y ahora… estás llorando así… —Acortó la distancia entre ellos y sostuvo sus manos para apartarlas de su rostro.
—Marissa… escucha… —intentó hablarle a su rostro húmedo, pero las manos volvieron a su cara…
No se dio por vencido y tiró de sus manos otra vez con todas sus fuerzas.
—No puedo hablar contigo sin ver tu rostro. Aparta tus manos, ¡niña! —le rogó, pero ella volvió a colocar sus manos en su rostro.
—Caramba, Marissa. ¿Tienes una máquina instalada en tus brazos? Tus manos se mueven automáticamente hacia tu cara… —su voz molesta de alguna manera lo hizo parecer gracioso para ella. La sesión de llanto no tardó en convertirse en una de risa.