—¿Secuestrada?
Marissa miró la cara de Rafael con incredulidad. Esto era una cosa muy inmadura que hacer.
—Necesito estar en la oficina, Rafael. Hay personas que dependen de mí. Tú me acabas de poner a cargo y ahora este comportamiento irresponsable mío podría levantar sospechas.
Rafael redujo la velocidad del coche y lo estacionó al lado del camino —Entonces diles que el CEO decidió ponerte a cargo y él decidió robarte de la oficina... y por cierto... —giró su cuerpo en su asiento para enfrentarla— ¿Por qué siempre preocuparse por la gente?
—Porque eso es mi pan y mantequilla —dijo ella suavemente—. No todo el mundo nace con una cuchara de oro en la boca como tú.
Después de decirlo se dio cuenta de que se había equivocado —Lo siento. No quería… mira. Necesitamos volver. Tu oficina...
La tomó por sorpresa cuando se inclinó hacia adelante para desabrocharle el cinturón de seguridad. No solo eso, sino que sus brazos rodearon su cintura para atraerla hacia él.