Apoyada contra la pared de su baño, intentaba controlar su corazón, que latía desbocado.
Anoche...
Anoche, él fue al que besó. Fue él quien sintió bajo sus palmas.
Fue él quien la hizo detenerse, aunque ella quería continuar.
Se duchó distraídamente y luego no sabía cómo salir. No debería haberle mostrado su debilidad.
Estar de pie en el piso del baño solo con su bata la hacía sudar de nuevo cuando alguien llamó a la puerta.
—Marissa —escuchó su voz suave—. Sal fuera.
—Todavía no he terminado —dijo cansadamente.
—Sí, ya has terminado. No se ha oído la ducha en los últimos minutos. ¡Sal ya!
Tenía razón. No podía pasar toda su vida en el maldito baño.
Abrió la puerta lentamente y agradeció que él estuviera vestido ahora. Todo su cuerpo estaba cubierto bajo esa camiseta y pantalones de algodón.
En el momento en que salió, lo encontró apoyado contra la pared del exterior, esperándola. Cuando la vio, tomó su mano y la acercó a él.