Después de esa bofetada, Aniya no pudo preguntarle de nuevo a Valerie.
Se tragó el nudo en la garganta mientras pasaba su dedo lentamente por la mesa.
—¡Eres mi princesa! —una voz habló en su cabeza. Aniya sintió como si alguien le hubiera quitado el aliento. Conocía esa voz. Sabía a quién pertenecía.
Todavía recordaba esas escenas vívidas. Pero no podía decírselo a Valerie.
Podría tener un ataque al corazón. Su madre pensaba que había borrado con éxito el recuerdo de su vida pasada. Pero eso no era cierto.
Había oído a menudo a Valerie hablando con su esposo Alaric.
—Cometiste un error esa noche. Trajiste a la niña equivocada. Especifiqué que era la niña rubia. Pero trajiste una niña enferma que no nos sirve para nada.
Al principio, a Aniya le dolía mucho ser una niña no deseada, pero luego se acostumbró.
—Es bueno que fuera yo a quien él recogió. La otra niña no debería sufrir como yo.
Aniya volvió a la cama y casi cayó sobre ella agotada.