—¿Me extrañarás? —preguntó Abi a Georgie, quien estaba colgando su pequeña bolsa sobre sus hombros. Marissa había empacado algunas golosinas en su bolsa como un recordatorio de sus amorosos amigos trillizos.
—No te preocupes, Abi —él se levantó sobre sus puntas de pie para tener una mejor vista desde la ventana—. Vendré a verte cuando crezca —le prometió.
Abi asintió con una cara triste. El papá de Georgie estaba aquí, y ella lo odiaba por llevarse a su mejor amigo.
Ella rápidamente fue a su mini armario y sacó un juguete de peluche que era su favorito —Guárdalo hasta que nos encontremos, Georgie.
Georgie sostuvo el juguete y lo observó por un minuto —¿Estás segura, Abi? Este es tu favorito —Abi negó con la cabeza.
—Solo no olvides regresar a mí, Georgie —suplicó ella inocentemente.
—No lo haré —dijo Georgie mientras le estrechaba la mano.
Marissa entró en la habitación donde Abi aún le contaba algo a Georgie, y pudo percibir cuán triste estaba Abi.