La mañana siguiente fue bastante inesperada para los niños Sinclair. Todos salieron de su habitación frotándose los ojos mientras escuchaban carcajadas provenientes de la cocina.
—¿Me pregunto quién será? —comentó Abi, agarrando su pequeño juguete de peluche con una mano y sosteniendo la de Georgie con la otra.
—Parece la señora Sinclair —susurró Georgie, con la mirada fija hacia adelante.
—¡Imposible! —exclamó Alex al respecto. Había pasado mucho tiempo desde que todos oyeron reír a su mamá de esa manera.
El sonido casi les parecía ajeno.
—Mamá debe estar contenta por la salud de Abigail —Ariel pasó su brazo alrededor de los frágiles hombros de Abi y la apretó. También lanzó una mirada hacia el chico que se estaba convirtiendo en la sombra de Abigail con cada día que pasaba.
Sin embargo, este no era el momento adecuado para centrarse en Georgie sino en su mamá.
Todos se detuvieron en seco cuando vieron lo que estaba pasando en la cocina.