Nina gimió cuando su teléfono comenzó a sonar.
—Señora, ¿se lo llevo? —preguntó el masajista y ella volvió a cerrar los ojos. Este debía ser su momento de relajación. ¿Quién se atrevía a llamarla a esta hora poco piadosa?
¿No tenía derecho a desconectarse?
El terapeuta siguió masajeando su suave cuerpo con sus duras manos. En el pasado, Nina también había tenido relaciones con sus masajistas, pero ya no.
Ahora quería concentrar toda su atención en Rafael. El pensamiento de él le trajo una sonrisa a su rostro y apretó los ojos.
El masajista había movido las cobijas hacia abajo para darle suaves golpecitos en su trasero tembloroso. Nina exhaló un largo suspiro relajado.
¡Dios! Necesitaba unas vacaciones.
Sus ojos se abrieron de repente con emoción.
¿Qué tal si planeo un viaje con Rafael? Le hará bien para su salud mental.
—Señora, ¿está bien la presión? —preguntó el masajista y ella murmuró.