Miles Sinclair llegó al porche y encontró a Shane sentado en su sillón reclinable. Un portátil estaba colocado sobre su regazo y él miraba al espacio con una pequeña sonrisa en lugar de teclear en él.
Miles no hizo ningún comentario y tomó la otra silla frente a su hijo. Shane debió haber sentido su mirada porque se enderezó y volvió a trabajar en su portátil, mostrando a Miles que estaba absorto en su trabajo.
—¿Cómo está la oficina? —preguntó Miles con despreocupación y Shane se encogió de hombros, todavía tecleando en su portátil.
—La oficina está bien, ¡papá! ¿Por qué? ¿Crees que Industrias Sinclair no está en buenas manos? —finalmente cerró el portátil y dio un leve giro a su cuello—. Ugh. Necesito hacer ejercicios de cuello.
Comenzó a estirarse mientras se reclinaba hacia atrás. Miles lo observaba con esa mirada aguda y escrutadora y luego suspiró profundamente:
—¿Dónde está tu esposa, hijo? —preguntó y pudo sentir cómo el cuerpo de Shane se tensaba al mencionar a su Nina.