Marissa lo vio, apresurándose a ponerse la camiseta y subiéndose los jeans.
—¿A dónde vas? —le preguntó con decepción—. ¿Está todo bien?
—Solo un pequeño encargo. Volveré así de rápido —chasqueó los dedos y la besó en la frente—. Espérame... y... —su voz se fue apagando mientras la rodeaba con sus brazos, apretándola más contra él.
—Cuando estás cerca, no quiero hacer nada, Marissa Sinclair excepto besarte o abrazarte o molestarte o...
—¿O? —su voz sonó amortiguada en su camisa antes de que ella se apartara para mirarle la cara.
Sus ojos recorrían los contornos de su rostro —O simplemente mirarte —murmuró colocando su barbilla sobre su cabeza—. Eres muy preciosa para mí y te he esperado mucho.
A Marissa le invadió una oleada de temor. Era casi como... como si él le estuviera expresando su amor. Deseaba que pudiera dejar de lado esa tontería de la sorpresa y decirle lo que tenía en su corazón.
Levantó la cara para mirarlo —¡Rafael! ¿Por qué no...