—¡Tu deseo es mi orden, fresa! —Tan pronto esas palabras mágicas llegaron a sus oídos, ella presionó un beso en su sien y luego la lamió con la punta de su lengua. Eso fue todo el estímulo que él necesitaba.
Bajó su cabeza, sus labios encontrándose con los de ella.
¡Fuego!
El fuego corría por las venas de Marissa. Él gimió, sus labios moviéndose ferozmente contra los de ella. Uno de sus brazos se enlazó alrededor de su cintura, sus dedos clavándose en la curvatura de su espalda mientras la atraía más hacia él.
—He estado muriendo por tocarte, Marissa. —Marissa sentía hormigueos enfurecidos en su piel, y juraría que podía sentir fuego hirviendo en sus venas.
Eso era lo que solía sentir cuando estaba con él. Eso era lo que faltaba en su vida. Nada podría ofrecerle las sensaciones y los sentimientos que tenía ahora.
Nadie se los podría dar.
Ningún vibrador.
Ningún Gerard.
Rafael la besaba como si su vida dependiera de ello.