Estaban desparramados en el estrecho sofá de la oficina, besándose como dos adolescentes. Rafael nunca se había sentido tan completo y tan satisfecho con simples besos.
Nunca supo que besarse en el sofá mientras ella estaba encima de él podría ser tan electrizante.
Sosteniendo la parte trasera de su cuello, besaba sus deliciosos labios, y ella participaba con igual entusiasmo.
Ella era muy consciente de su pene erecto y no podía esperar a tenerlo dentro de ella.
—Umm, Rafael… —ella gimió antes de empujar su lengua en su boca. Él debía estar esperándolo porque la abrió de inmediato, dándole la bienvenida a su interior—. Tú… sabes… umm… tan bien…
Sus ojos se revolvían como solían hacerlo, cada vez que tenía este sabor a fresa en su lengua.
Su mano se deslizó hacia su trasero y lo amasó. Quería deshacerse de su ropa en ese mismo momento, pero otra vez el mismo pensamiento cruzó por su mente.
Ella merecía una cama.
—Marissa… vámonos a casa… —dijo entre besos.