Ella trajo su taza de café de la cocina y se sentó a su lado. Su brazo rodeó espontáneamente sus hombros, atrayéndola hacia él.
Él ya había terminado su café y ahora miraba la taza de ella —¡Ni lo pienses! —dijo ella entre dientes apretados para no ser ruidosa por Sophie.
—¡Compartir es querer! La última vez que chequé éramos amigos —él la apretó contra él.
—Sí. ¡Amigos con derechos! —las palabras salieron antes de que pudiera evitarlo.
Él acercó su rostro para examinar su cara con picardía evidente en sus ojos. Con una mano, ella equilibraba su taza, y la otra palma estaba en su cara para empujarlo.
Él giró su rostro hacia un lado pero no se apartó.
—¡Dilo de nuevo! —había risa en su voz.
Ella trató de actuar ingenua —¿Decir qué otra vez?
—Lo que acabas de decir... sobre nuestra amistad.
—Nada. Fue un error honesto —Ella sacó la lengua, haciéndolo reír.
—Estabas hablando de algunos beneficios. ¿Te importaría explicar cuáles son? —él continuó.