Marissa seguía sonriendo cuando la puerta se cerró detrás de ella.
—¿Por qué estás tan contenta? La voz curiosa de Rafael la hizo saltar de sorpresa.
Ella negó con la cabeza y rió —¡Hey! ¿Cuándo llegaste?
Rafael ya había dejado su asiento y caminó hacia ella con los brazos extendidos. Quería tomar sus manos pero luego cambió de opinión y la atrajo hacia él —Dios. Te extrañé.
Él respiró en su cabello.
—¡Aja! Nos acabamos de ver esta mañana antes de ir a la oficina, señor Sinclair —dijo ella contra su pecho. Nunca se cansaría de oler su camisa.
Marissa siempre encontraba su aroma varonil irresistible.
Fue una lucha recordarse a sí misma que estaban en la oficina —Necesitamos mantener el decoro de la oficina —trató de retroceder pero él no la dejó.
—¡No! —él gritó como un niño pequeño y Marissa juntó los labios para controlar la risa.
—¡Suenas más joven que tus hijos! ¿Lo sabías?
—No —él frotó su nariz contra su mejilla —Nadie me había dicho eso. ¡Dilo de nuevo!