Esta noche, Marissa no podía dormirse. Sosteniendo su mano, Rafael dormía plácidamente a su lado sin llevar camiseta.
—¿Alguien podría creer que había estado durmiendo con un hombre sin camiseta y atractivo sin hacer nada? ¿Sin ningún tipo de intimidad?
Con una sonrisa, levantó la mano y tocó sus pestañas con sus dedos.
—Los hombres no deberían tener estas pestañas tan largas, Rafael Sinclair. ¡Es un pecado! —Se rió de su teoría auto-inventada.
Durante los últimos cinco años, solía mirar la cara de Alejandro quien dormía justo como su padre. Una mano debajo de su mejilla y la otra en la cama.
Rafael solía dormir en esta posición cuando estaba ciego. A veces cuando lo tocaba pensando que debía estar durmiendo, él solía sorprenderla y agarrar su mano para besarla.
—Maldita seas, Nina. Maldita seas, Valerie. Jugaron bien ustedes dos —Se rió silenciosamente con un tono sarcástico.
—¿No tienes mucho sueño? —Se quedó congelada al oír su voz. Sus ojos seguían cerrados.