—No te creo —los ojos de Marissa se humedecieron de nuevo.
Rafael le acarició la mejilla —¿Por qué? ¿Por qué no puedes creerme, Marissa?
Luego sacudió la cabeza. Ella no estaba en sus sentidos y no importaba qué, nunca podría convencerla de nada en este estado.
Él la sostuvo con fuerza mientras ella sollozaba mirando hacia abajo en su regazo —Marissa, ¿por qué lloras? —Él besó su mejilla húmeda.
—T-tal vez porque… estoy molesta.
—¿Y por qué estás molesta?
—P...porque... porque todavía no recuerdo lo que estoy olvidando —dejó de llorar y cerró los ojos.
—Esto es algo importante y yo… —ella apretó su camiseta en su puño, lo que subió un poco recordándole a Rafael que aún llevaba puestas esas bragas.
Él se puso de pie de repente haciendo que ella lo mirara.
—¿A dónde vas? —Ella sostuvo la esquina de su camisa.
—Volveré en un minuto —él dijo besando su mejilla.
—No. Quédate aquí. No necesitas ir a ningún lado.